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Crítica por Rubén Corral

Sin duda beneficiada por la presencia de la internacional actriz española Victoria Abril, una película islandesa, aunque con un retraso de dos años, aterriza en las salas españolas. Película relajada, casi laxa, en la que fluye una imagen prototípica del progresismo paradigmático que –según la imagen que suele ofrecerse a través del cine– es usual en sociedades nórdicas como la noruega (de donde llegó no hace mucho ese dechado de buenas intenciones y fracasos cinematográficos titulado "Elling", de Petter Naess), la sueca (baste como ejemplo la sensacional, muy recomendable "Fucking Åmål", de Lukas Moodysson), la danesa (recientemente ejemplarizada en la enternecedora y divertida "Italiano para principiantes", de Lone Scherfig) o, en el caso que nos ocupa, la islandesa.

No obstante, frente a "101 Reykjavik" no nos encontramos con un film genéricamente tan delimitado como en los casos arriba mencionados. En cierta forma, la indefinición de tono jue-ga en su favor en tanto beneficia el tono naturalista perseguido por Kormákur, que redunda en la lograda credibilidad de situaciones poco menos que dignas de una pesadilla. Sin embargo, también juega en su contra al lograr desorientar totalmente a un espectador que no sabe si quedarse con la idea de la (cuando menos curiosa) versión de la canción de The Kinks "Lola" mientras un aspirante a eterno adolescente se baña en el salón de una casita en el centro de la capital islandesa, o con la imagen de ese mismo hijo de un borracho y una lesbiana inconfesa acostado en la cumbre de una montaña, con una nota de suicidio en la mano, esperando a que lo cubra la nieve.

No cabe duda acerca de que los temas que presenta Kormákur (también guionista) se amoldan a cualquier país europeo: la eterna crisis de valores encuentra cada vez mejor recepción en una juventud maltratada por políticas de recorte social de talante neoliberal (aquí es la propia Lola, la española encarnada por Victoria Abril, la que azuza constantemente a Hlynur para que busque un rumbo para su vida) y la puesta en cuestión del concepto tradicional de familia, así como su siempre excesiva sobrevaloración.

Pero el acento está puesto –así lo indica el título, que hace referencia a la escasa atención que despierta en Hlynur el mundo más allá de su ciudad– en la pasividad de un personaje apático, temeroso ante cualquier tipo de cambio, al que "la vida" somete a un auténtico repateo repentino: pasa de ser un acomodado niño de mamá que se levanta todos los días por la tarde (los fines de semana, convenientemente resacoso) a un aspirante a padre muy a su pesar que debe recapacitar acerca de la necesidad de lograr un puesto de trabajo con el que ganarse "la vida".

Hay no pocos momentos en los que la película podría haber concluido de manera más o menos digna, pero el aire que termina respirando esta breve –y sin embargo pesada por momentos– experiencia islandesa es la de una fábula moral injustamente conservadora, la de la adaptación complacida de un freaky que deviene funcionario del gobierno y sonríe con la misma cara con la que deseaba a la novia de su madre, la misma expresión de marginado voluntario... Pero con una gorra de plato sobre la cabeza. Y no me pareció captar ironía en ese convencional plano final en que la cámara se eleva sobre los soleados tejados de... La misma ciudad de Reykjavik de la que Hlynur no saldrá. Nunca. No hay razón para la sonrisa.

© 2002 Rubén Corral

La Butaca

101 Réikiavik
(101 Réikiavik)


Imagen © 2002 Village Roadshow

Dirección: Baltasar Kormákur.
Países: Islandia, Dinamarka, Noruega, Francia.
Año: 2000.
Duración: 100 min.
Interpretación: Hilmir Snær Guðnason (Hlynur), Victoria Abril (Lola),
Hanna Maria Karlsdottir (Berglind), Baltasar Kormákur (Thröstur), Olafur Darri Olafsson (Marri), Þrúður Vilhjálmsdóttir (Hofi), Eyvindur
Erlendsson (Hafsteinn), Throstur Leo Gunnarsson (Brusi), Jóhann
Sigurðarson (Pall).
Guión: Baltasar Kormákur; basado en la novela de Hallgrímur Helgason.
Producción: Ingvar Thórdarson y Baltasar Kormákur.
Música: Damon Albarn y Einar örn Benediktsson.
Fotografía: Peter Steuger.
Montaje: Skule Eriksen y Sigvaldi J. Karason.
Diseño de producción: Arni Pall Johannsson.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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