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Crítica por Miguel Á. Refoyo

Al pobre Edward Burns se le empeña en compararle a uno de los genios más insondables del Siglo XX como es Woody Allen. En cierto modo porque el talento de Burns se centra, al igual que en varias etapas el mismo Allen, en los problemas que conllevan la vida en pareja, en la insatisfacción sexual de una malograda generación de derrotados sentimentales y en una ciudad tan visual como lo es Nueva York (imponiendo su idea de que la urbe de la Gran Manzana no es sólo Manhattan). No es justo por tanto cotejar los primeros frescos sociales del joven aprendiz con la trayectoria del prolífico autor de 'Annie Hall'. Si algo comparten ambos cineastas es la mejor pericia como directores antes que como intérpretes.

Partiendo de este punto y echando un vistazo a la corta -pero prometedora- filmografía de Edwards Burns (compuesta por 'Los hermanos McMullen', 'Ella es única', 'No mires atrás' y 'Las aceras de Nueva York'), se puede apreciar la ascética precisión con la que el joven actor y director emplea sus privilegiadas disertaciones acerca del difícil mundo de la pareja, en un entorno disfuncional, con inmanentes barreras que impiden adquirir la complacencia vital, de alcanzar la felicidad por medio del amor.

Burns vuelve al terreno que mejor conoce, a las relaciones sentimentales de los treinteañeros neoyorquinos, a una fábula realista sobre amantes, amantes apócrifos, amantes pretéritos y adúlteros, a idealistas que conjeturan sobre su vida, para extraer una conclusión tan incurable como real: que la persona que se encuentra para compartir, en muchas ocasiones, sólo existía como satisfacción en nuestra imaginación. 'Las aceras de Nueva York' dispone su línea narrativa como una cinta coral que pretende, de un modo semidocumental y en tono desenfadado oculto en la comedia generacional, diseccionar la vida emocional de seis personajes infelices, que buscan los motivos para medir su prosperidad sentimental, reclamando un camino amoroso alterado por la infidelidad o el intento de descubrir la estabilidad.

Este promisorio 'filmaker' (muy parejo a Cassavetes en cuanto a objetivos industriales se refiere) realiza un espléndido fresco social sobre esa ilusoria emoción ineludible que representa el amor, sobre ese excepcional deseo que promueve a los hombres y las mujeres a buscar su propia identidad en otra persona que les complemente. Mediante un enfoque agridulce, Burns ejerce de cronista de la existencia afectiva de sus frágiles creaciones, constituidas por sugestivos elementos que establecen a todos y cada uno de ellos como perdedores que no encuentran la oportunidad para creer en la esperanza de la pasión. La profundidad de los personajes forjados por el joven cineasta alcanza un punto de realismo que se justifica en el deseo, la frustración, el engaño y el desaliento. Todo ello sin ningún propósito dramático, sino todo lo contrario. Es decir, asentándose en el humor. 'Las aceras de Nueva York' diserta sobre la necesidad humana de compartir su vida, sobre el reto que supone perder la estabilidad de la pareja para partir de la nada, para volver a sentir, para volver a vivir. A través de la inquieta cámara al hombro de Burns, esta modesta película está circunscrita a las entrevistas por las cuales el reparto coral trata a la cámara directamente, hablando sobre sexo, amor y los desaciertos de su vida, proporcionando su particular visión de los hechos que se narran.

Sin muchas pretensiones, pero sin ocultar cierta dosis de ombliguismo, el director de 'Ella es única' expone una certera perspectiva acerca de una generación perdida en el desamor, pero también supone una mirada sensible y subliminal de zonas hasta ahora inexploradas de una ciudad tan mágica como Nueva York (World Trade Center incluido). El amor, el sexo, la lealtad, la sumisión emocional, libres de cualquier intención de trascendencia (pero a su vez cuestionándose la contradicción del amor), son las bases para que Burns obtenga una magnífica historia romántica que tiene su gran aliciente en un elenco de excelentes actores (H. Graham, D. Krumholtz, R. Dawson, S. Tucci, Brittany Murphy y el propio Burns) apoyando la acción en grandes momentos cómicos como la autojustificación por parte de Tucci de su promiscuidad 'a la europea' o el inevitable lucimiento del gran Dennis Farina. Edwards Burns consigue su mejor reflexión sobre la vida íntima del neoyorquino medio con una multiplicidad de esferas que se siguen personificando en personajes que luchan por descubrir el verdadero amor y la felicidad en una ciudad que desde el 11 de septiembre no volverá a ser la misma. He aquí, uno de los legados para los más nostálgicos.

© 2002 Miguel Á. Refoyo

La Butaca

Las Aceras de Nueva York
(Sidewalks of New York)


Imagen © 2001

Dirección y guión: Edward Burns.
País: USA.
Año: 2001.
Duración: 107 min.
Interpretación: Edward Burns (Tommy Riley), Heather Graham (Annie Matthews), Rosario Dawson (Maria Tedesco), Dennis Farina (Carpo), David Krumholtz (Ben Basler), Brittany Murphy (Ashley), Stanley Tucci (Griffin Aretzo).
Producción: Margot Bridger y Edward Burns.
Fotografía: Frank Prinzi.
Montaje: David Greenwald.
Vestuario: Catherine Thomas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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