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Crítica por Tónia Pallejá

Por norma general suelo rehuir las biografías llevadas al cine y me reservo la ocasión de ver estas películas con posterioridad a su estreno cuando alguna cadena de televisión decide programarlas. Debido a las propias limitaciones de los llamados "biopics", si la figura "homenajeada" o/y el campo en el que destacó no es de nuestro especial interés, la película puede llegar a aburrirnos con la recreación de sus "hazañas", mientras que en caso contrario, a menudo decepciona la visión que el director haya decidido otorgar a los hechos. Otra constante es que se falseen determinados episodios o se maquillen en favor de la comercialidad, obteniendo un producto nada sugestivo, muy manipulado, poco personal y aun menos instructivo. Por último, a pesar de que se muestre el lado más desagradable o incómodo del personaje protagonista, este tipo de producciones suelen estar teñidas por una simpatía casi incondicional hacia el mismo, y esta tendenciosidad puede acabar generando un efecto contraproducente.

Estas reticencias, a las que cabría sumar mi nulo entusiasmo por el mundo del boxeo y la escasa curiosidad que despertaba en mí Cassius Clay/Muhammad Ali, no me impiden reconocer -o tal vez precisamente por ello resulte más obligado hacerlo- que la última película de Michael Mann constituye un trabajo entretenido e intenso, realizado con considerable solvencia y notable adecuación, y, sobre todo, con unas sobresalientes interpretaciones a cargo de los principales miembros de su reparto, por más que también debiera añadir que su prolongada duración acaba pesando en el tramo final y que como documento biográfico sea algo insuficiente en varios aspectos.

Mann consigue un film, en líneas generales, bien armado, equilibrado y regular. Cual cineasta aplicado resuelve de forma competente la mayor parte de situaciones que se le plantean, con un modesto despliegue de personalismos o innovaciones formales. Eficiente, más que correcto, pero nunca lo bastante brillante.

La acción se inicia en 1964, cuando Ali ya es una figura reconocida del boxeo, y las breves alusiones a su infancia se introducen a modo de flashbacks en los que recuerda cómo su padre pintaba a un rubísimo Jesucristo de ojos azules con el que difícilmente el pequeño Cassius Clay podía sentirse identificado. Es entonces cuando Ali gana a Sonny Liston, proclamándose campeón del mundo de los pesos pesados, y comienza la leyenda. En esta dirección, la película no arroja demasiadas evidencias del porqué este joven de 22 años se ha convertido en un personaje tan extraordinario y popular, desde un punto de vista deportivo. Es algo que se da por hecho y que, por desgracia, tampoco se deduce de las escenas de lucha, desprendiéndose, simplemente, que Ali vence porque es el protagonista de la historia y así debiera de ser -al igual que "los buenos" siempre ganan las peleas-, no por sus dotes físicas o estratégicas.

Dichos combates de boxeo ocupan una parte importante del metraje -nunca excesiva- pero resultan ágiles y amenos -incluso para aquél que no sea aficionado-, y están estupendamente recreados, tanto en el ambiente que rodea al ring -público, prensa, "backstage"- como lo que sería la propia contienda dentro del cuadrilátero. Los movimientos de los púgiles, a pesar de la violencia inherente, acaban semejando una armónica danza de potente atractivo visual, y se logra transmitir con fuerza cuanto se vive en esos instantes (especialmente emocionante es la última pelea, con George Foreman).

Con similar interés pero mayor detalle se perfila el repaso por la vida personal de Ali a lo largo de 10 años, desde sus relaciones -amigos, esposas, padres, ...- hasta su implicación con el movimiento islámico -por el que cambia su nombre a Muhammad Ali- o la comunidad afroamericana, temas, estos últimos, decisivos en el desarrollo de los acontecimientos tanto en el plano individual como en el deportivo, puesto que su negativa de alistarse para ir a luchar a Vietnam y ciertas declaraciones tomadas como "antisistema", le trajeron algunas complicaciones: su licencia y su título mundial fueron retirados, y se enfrentó a serios problemas legales y económicos, de los que finalmente salió airoso.

Algunos episodios, como el de su amistad con Malcolm X, tienen una extensión prescindible -no se trata de una película sobre Malcolm, sino sobre Ali-, mientras que otros sólo se puntean con precipitación -la entrada y salida de las mujeres en su vida-. Ocurre también que en determinados momentos nos cuesta comprender las motivaciones de su comportamiento -por qué en medio de una conversación que discurría normalmente se enoja con su amigo Malcolm- o la radicalización de su postura -abandona a su primera esposa, que se ha convertido al islamismo por él, porque se arregla demasiado-. No debe olvidarse que Ali era una persona a quien la fama y el éxito le llegaron a una edad relativamente temprana. A los arrebatos fruto de la inmadurez -forzada a una responsabilidad prematura- se agrega su talante natural -egocéntrico, rebelde, petulante ... y no por ello menos influenciable-, ese endiosamiento que afecta a las estrellas, y el fanatismo combativo de una determinada ideología. Pero no siempre acudir a estas explicaciones resulta suficiente. El retrato final es el de un hombre bravucón, egoista, contestatario, pero con buen fondo, y las simpatías o antipatías que pueda despertar corren a cargo de cada uno.

Finalmente se exige hablar de uno de los mejores y más firmes valores con que cuenta Ali. Notoriamente interpre-tada, principalmente en los persona-jes masculinos, ya que, por contra, los femeninos son algo más delebles y superficiales, mera comparsa. Will Smith acomete un trabajo sólido y muy completo, llenando con su sola presencia la pantalla. Lograda y compleja transformación en Muhammad Ali, por la que merecía llevarse ese Oscar© que le arrebató Denzel Washington por Training day. Secundándole, Mario Van Peebles como Malcolm X y un irreconocible Jon Voigh como un periodista con el que el boxeador mantenía una peculiar y divertida relación.

Como otros títulos de la filmografía de Mann, Ali no va a ser recordada como una gran película; es discreta en sus méritos globales, pero destaca por sus resultados más que medianamente satisfactorios. Sería injusto condenarla por sus carencias sin tener en cuenta también sus muchos méritos.

© 2002 Tónia Pallejá

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Ali
(Ali)


Imagen © 2001

Dirección: Michael Mann.
País: USA.
Año: 2001.
Duración: 158 min. Interpretación: Will Smith (Cassius Clay / Muhammad Ali), Jamie Foxx (Drew 'Bundini' Brown), Jon Voight (Howard Cosell), Mario Van Peebles (Malcolm X), Ron Silver (Angelo Dundee), Jeffrey Wright (Howard Bingham), Mykelti Williamson (Don King), Jada Pinkett Smith (Sonji), Nona M. Gaye (Belinda), Michael Michele (Veronica), Ted Levine (Joe Smiley).
Guión: Stephen J. Rivele & Christopher Wilkinson y Eric Roth & Michael Mann.
Producción: Michael Mann, Paul Ardaji, A. Kitman Ho, James Lassiter y Jon Peters.
Música: Pieter Bourke y Lisa Gerrard.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Montaje: William Goldenberg, Lynzee Klingman y Stephen E. Rivkin.
Diseño de producción: John Myhre.
Dirección artística: Tomas Voth, Jonathan Lee, Bill Rea y Audrey Soodoo-Raphael.
Vestuario: Marlene Stewart.
Decorados: Jim Erickson y James V. Kent.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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