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Crítica por Leandro Marques

El cine oriental fue sin duda uno de los grandes protagonistas del III Buenos Aires Festival de Cine Independiente. Más de quince producciones, entre las que se encuentra "Platform", la china ganadora de la competencia oficial, responden a un fenómeno que manifiesta un presente esplendoroso para las producciones de estos orígenes en el marco del cine mundial.

El japones Takashi Miike es quizás uno de los principales referentes (Kitano es el máximo) de este movimiento que registra nuevos modos, ritmos y estructuras para hacer una película. El año pasado, su "Dead or alive" resultó ser una de las más aclamadas por el público porteño. Este año, el realizador confirmó con "Audition" (también presentó "The city of lost souls") que se trata de un verdadero maestro en el arte de llevar hasta el extremo de lo soportable sus intromisiones en el cuerpo humano y el dolor físico.

Ver "Audition" es una experiencia agotadora. Es sumergirse en un mundo de pesadillas y extenuante sufrimiento, que más de una vez hace dudar acerca de salir de la sala y ponerle punto final (mucha gente no resiste y se retira durante la proyección). Un mundo que, con tan sublime como perverso talento, el director japonés es capaz de recrear.

La historia es un engaño. Relata el tierno deseo de un padre viudo que cansado y aburrido de la vida decide hacer caso al consejo de su hijo y abocarse a la tarea de volver a conseguir una esposa con quien compartir el tiempo, que tan pesado y espeso se vuelve viviendo en soledad. Un amigo vinculado a la industria del cine le hace una propuesta que parece infalible: con la excusa de una supuesta película, convocar a una audiencia de mujeres que, cumpliendo con ciertos requisitos personales (afinidad por el ballet, conocimientos de piano), se presenten a solicitar el rol.

Takashi es un genial manipulador de los ritmos y tiempos de la historia. En este primer tramo, gracias al tono sutil y encantador de la trama, logra una especie de ablandamiento y relajación del espectador. Como si le dijera "despreocúpate, distiéndete, pasaremos una buena velada juntos". No obstante, a partir de notables pequeños destellos, como una sonrisa diabólica o un giro inesperado de la cámara, empieza a preparar el turbulento terreno para un nuevo campo de batalla, en el que las cosas adquieren un nuevo matiz, ya no color rosa.

Una de las postulantes que se presenta a la audición roba de inmediato el corazón desolado del padre viudo. Enamorado ciegamente, capaz de hacer cualquier cosa por ella, aliviado por poner fin al vacío de su soledad, será incapaz de advertir el mal que no tardará en caerle encima. Así comienza la segunda parte del film, sumamente psicológico y oscuro, que describe con una punzante crudeza mundos sórdidos y tenebrosos. Mundos en los que la maldad, el odio, la venganza y el sufrimiento pasan a ser los eternos y dolorosos acompañantes.

© 2002 Leandro Marques

La Butaca

Audición
(Odishon)


Imagen © 2002 Village Roadshow

Dirección: Takashi Miike.
País: Japón.
Año: 1999.
Duración: 115 min.
Interpretación: Ryo Ishibashi (Shigeharu Aoyama), Eihi Shiina (Asami
Yamakazi), Tetsu Sawaki (Shigehiko Aoyama), Jun Kunimura (Yasuhisa Yoshikawa), Miyuki Matsuda (Ryoko Aoyama), Toshie Negishi (Rie), Ren Osugi (Shibata).
Guión: Daisuke Tengan; basado en la novela de Ryu Murakami.
Producción: Satoshi Fukushima y Akemi Suyama.
Música: Kôji Endô.
Fotografía: Hideo Yamamoto.
Montaje: Yasushi Shimamura.
Diseño de producción: Tatsuo Ozeki.
Vestuario: Tomoe Kumagai.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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