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Crítica por Julio Rodríguez Chico

Después de encontrar dificultades en su distribución, la calidad y exquisitez de Deliciosa Martha se han impuesto y conseguido importantes premios en numerosos festivales, a la vez que arrollado en la taquilla alemana. Lo que comienza como una película gastronómica al estilo de El festín de Babette, pronto se trasforma en una comedia sentimental con toques dramáticos en torno a una mujer que tiene todas las recetas excepto la más importante, la del amor.

Martha es una mujer soltera, inteligente e independiente, jefe de cocina en un restaurante de Hamburgo. Allí todo está bajo su control y nada se escapa a su celo profesional, tan cartesiano como la comida francesa que prepara. Su vida aparentemente apacible será perturbada por tener que acoger a Lina, su sobrina, al morir su madre en accidente de tráfico, y también por la llegada de un ayudante de cocina italiano con un estilo de trabajo diametralmente opuesto al suyo.

En la cocina y en la vida de Martha todo es aparentemente delicioso y parece tenerlo resuelto, a nos ser por lo que nos muestran esas escenas en que se refugia en el frigorífico del restaurante para llorar su soledad. Es un ser introvertido, pero sobre todo con una complicada psicología que no ha sabido dar cauce a unos sentimientos que permanecen encerrados en su corazón, sometidos al mismo orden y perfeccionismo que impone en su trabajo. Allí sólo hay precisión, pulcritud, seriedad... y una rigidez que la llevan a ser poco natural con su vecino divorciado o a no saber tratar a una niña inapetente y descentrada tras la tragedia familiar. Martha es una mujer que sabe cocinar como nadie, pero que no ha aprendido a jugar, que no concibe que se pueda comer sin platos o en el suelo, incapaz de vivir dando rienda suelta a sus afectos. Por un lado viene a ejemplificar una mentalidad germánica donde todo está planificado y donde hay poco lugar para el sentimiento; y por otro, la complejidad de un alma femenina que en ocasiones no sabe ya ni lo que quiere. En cierta medida, su sobrina sería su alma gemela, cambiante y con unas reacciones contradictorias que han llevado a ambas a la soledad y la tristeza.

Para salvar a ambas de ese mundo sin vida se nos ofrece el polo opuesto, encarnado –como ya se nos ha ofrecido recientemente en Italiano para principiantes- en el espíritu latino del cocinero. Mario es un hombre sencillo y amable, flexible y respetuoso, que sabe mirar y escuchar, que entiende la vida y que conoce el ingrediente de la felicidad. Su buena mano con la niña y su amor sincero por Martha se presentan como la mejor receta para arreglar los desaguisos que se van entretejiendo, y cuyo final es incierto. El choque se mentalidades queda magníficamente expuesto, gracias a la soberbia interpretación de Martina Gedeck –que sabe transmitir su complejidad y sufrimiento interior con un gesto contenido- y de Sergio Castellito –auténtico rostro lleno de vitalidad y sinceridad-, así como al buen trabajo de Sandra Nettelbeck con un guión y una planificación muy cuidados que mantienen el tono amable de la película sin llegar a caer en la cursilería ni el sentimentalismo. El acertado uso de la elipsis contribuye a crear esa progresiva transformación que se va dando en el alma de Martha, y que la permitirán encontrarse a sí misma.

Una película deliciosa, como los platos que se nos van mostrando en los primeros planos de la película -signos plásticos de lo que hay en alma de su cocinera-, que gustará al espectador, y que le dejará un regusto esperanzado y optimista para encarar los problemas de la vida.

© 2002 Julio Rodríguez Chico

La Butaca

Deliciosa Martha
(Drei Sterne)


Imagen © 2001

Dirección y guión: Sandra Nettelbeck.
Países: Alemania, Austria, Italia, Suiza.
Año: 2001.
Duración: 107 min.
Interpretación: Martina Gedeck (Martha Klein), Sergio Castellitto
(Mario), Maxime Foerste (Lina), Ulrich Thomsen (Sam Thalberg), Sibylle Canonica (Frida), Katja Studt (Lea), Idil Üner (Bernadette), Oliver Broumis (Jan), Antonio Wannek (Carlos), Diego Ribon (Giuseppe Lorenzo).
Producción: Karl Baumgartner, Christoph Friedel.
Música: David Darling, Keith Jarrett, Arvo Pärt.
Fotografía: Michael Bertl.
Montaje: Mona Bräuer.
Diseño de producción: Thomas Freudenthal.
Vestuario: Bettina Helmi.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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