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Crítica por Julio Rodríguez Chico

Con una génesis polémica al ser rechazado el guión de Víctor Erice, la dirección y adaptación de la novela de Juan Marsé se le encomendó a Fernando Trueba, que ha realizado una recreación visual amable de la Barcelona de 1948, sirviéndose de una escenografía realista llena de cromatismos.

Según su director se trata de "un cuento dentro de otro cuento" como si de cajas chinas se tratase, con un tratamiento novelesco de la realidad filmada en color, y de las evocaciones en blanco y negro que nos llevan al lejano Shanghai. La trama naturalista está narrada por Dani, un joven artista que abre los ojos a la vida de la mano del capitán Blay -viejo anarquista y anticlerical-, mientras que la historia de Shanghai es contada por Forcat al propio Dani y a Susana -hija tuberculosa del camarada Kim, que hace el papel de Lolita- y responde al pasado de lucha de la resistencia comunista. La conexión de ambos mundos se da en Ariadna Gil, que interpreta a Anita -madre de Susana- y a Chen, personaje recreado por la imaginación de unos niños faltos del cariño paterno. En medio, un guión muy articulado intercala tramas de venganza y relaciones turbias, en que los ojos ingenuos de los adolescentes descubren la dureza de la vida después de haber estado inmersos en un embrujo de fantasía y ensoñación.

La densidad del guión obliga a una presencia excesiva del narrador, que con voz en off conduce al espectador impidiendo que las imágenes hablen por sí mismas, y quedando demasiado dependientes del texto, encadenadas a él. Da la impresión de que el producto final no llega a ser una película, sino dos con piezas inconexas e interpuestas, mal ajustadas. Respiran el mismo ambiente de misterio, pero incluso éste aparece subrayado demasiado ostensiblemente por la música o por una estética vaporosa cuando pasamos a los pasajes oníricos, como queda ya claro en el primer plano de la película cuando la cámara va recorriendo objetos difuminados por el humo para acabar presentándonos otros llenos de nitidez.

El ambiente de la trama se desarrolla en un clima de ambigüedad, entre la inocencia del amor adolescente, la venganza política y personal entre los mayores, o la inmoralidad de la trama de Shanghai. El triple final responde a ese mismo tono del joven narrador, que cuenta su historia imaginada y vivida.

El reparto cuenta con parte de lo mejor del panorama nacional, con lo que algunas de las interpretaciones tenían asegurada la viabilidad de sus personajes. La tarea de casting es, por tanto, un acierto, en los papeles de Fernando Fernán-Gómez, Antonio Resines o Jorge Sanz; son actores con una personalidad ya muy definida, que parten con ventaja delante del público. Por su parte, el papel de Ariadna Gil se presenta más trabajado en la parte realista, aunque no plenamente convincente. Más arriesgada -y de resultado más dudoso- es la opción de los jóvenes Aida Folch -se nota su falta de experiencia- o de Fernando Tielve. Todos conforman una galería de personajes que pretenden ofrecer una puesta en escena coral, pero que dista mucho de lo conseguido por Robert Altman. La fotografía -tanto el blanco y negro como el color- responde al exotismo y al clima romántico de la película, a la vez que contribuye poderosamente a crear unas atmósferas irreales, como exige el carácter de la trama.

Con todo, tenemos una película demasiado densa en la trama, que no logra conjuntar adecuadamente sus elementos fílmicos, y que no acaba de fascinar al espectador. ¿Quién sabe qué hubiera hecho Erice?

© 2002 Julio Rodríguez Chico

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El Embrujo de Shanghai
(El Embrujo de Shanghai)


Imagen © 2002

Dirección: Fernando Trueba.
País: España.
Año: 2002.
Duración: 120 min.
Interpretación: Fernando Fernán Gómez (Capitán Blay), Eduard Fernández (Forcat), Aida Folch (Susana), Ariadna Gil (Anita), Antonio Resines (Kim), Jorge Sanz (Denis), Rosa María Sardá (Betibú), Fernando Tielve (Dani), Juan José Ballesta (Finito Chacón).
Guión: Fernando Trueba; basado en la novela de Juan Marsé.
Producción: Andrés Vicente Gómez y Cristina Huete.
Música: Antoine Duhamel.
Fotografía: José Luis López Linares.
Montaje: Carmen Frías.
Dirección artística: Salvador Parra.
Vestuario: Lala Huete.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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