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Crítica por Mateo Sancho Cardiel

Es el talento el protagonista de “Los lunes al sol”. El talento de un director, Fernando León de Aranoa, que nos sorprende con cada película, pero que, con osadía, me atrevo a decir que ha sentenciado este festival, puesto que ha presentado una película modélica, irreprochable, magistral, insuperable. Imposible parece que de aquí al final del certamen se presente una cinta que simplemente la iguale en calidad, como imperdonable sería que el jurado presidido por Wim Wenders no le concediera de manera unánime la Concha de Oro que ya se le escapó con “Barrio”.

En su nuevo proyecto, León de Aranoa vuelve a desenmascarar los fallos del sistema capitalista y nos presenta a un grupo de amigos que quedaron en paro cuando los astilleros, única fuente importante de ingresos en su ciudad costera, cerraron sus puertas. Han pasado ya dos años desde entonces y la situación se ha convertido en algo casi irreversible: en una edad crucial, con el empuje de las nuevas tecnologías y los contratos temporales, los protagonistas se encuentran en una situación poco envidiable para rehacer sus vidas y, cada uno a su manera, tratará de sobrellevar la situación con dignidad.

Aparentemente, el argumento no varía mucho del cine que lleva haciendo Ken Loach toda su vida, pero el director español dota a su tercera película de una potencia bárbara, mima cada personaje, estudia cada situación con minuciosidad para obtener un conjunto de tremendo impacto sobre el espectador. Una vez que el público se sumerge en este atronador, rotundo y contundente retrato social perfectamente reconocible, la emoción lo desgarra por dentro, le inunda una amargura, un dolor y un sufrimiento que arrebata unas lágrimas de desolación. Un llanto que no aparece en los momentos más emotivos, sino que es continuado y provocado tan sólo por la presencia de unos personajes destrozados que causan una tristeza que uno acaba sintiendo como propia. Y sorprende de qué manera logra Fernando León de Aranoa este insólito estado de shock, sin renunciar al humor, sin grandes escenas dramáticas, sin recurrir para nada a clichés, a trucos manoseados. Es gracias a una captación de la realidad soberbia, mucho más perfeccionada que en “Barrio”, más arriesgada pero también –por haber alcanzado su sublimación– penetrantemente eficaz.

Y todas estas bondades, también, debidas a una magnífica selección del reparto. Todos, sin excepción, bordan sus respectivos papeles y forman un conjunto heterogéneo de personajes cargados de sentimiento, de pasado, de presente y de un futuro sombrío, que ahogan sus penas en un bar de mala muerte y que tratan de que su autoestima no se derrumbe a pesar de los continuados despechos en los puestos de trabajo. Entre ellos, cabe destacar a un Javier Bardem inmenso, mimetizado, deslumbrante en el papel del insobornable y orgulloso Santa, así como a Luis Tosar, seco y emotivo, convincente y soberbio. Son los nombres más conocidos, pero de los que nada tienen que envidiar Celso Bugallo, Joaquín Climent, José Ángel Egido o Nieve de Medina, descorazonadores en sus trágicamente cotidianos personajes. Honrados golpeados por la desdicha, vándalos por impotencia ante una vida en punto muerto, son instantáneas recogidas por una cámara de cine, retrato colectivo de unas vidas que ponen vanamente todos sus esfuerzos en que sus existencias cobren relevancia y que Fernando León ha hecho suyas para esta película impresionante, superior, espléndida.

© 2002 Mateo Sancho Cardiel

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Los Lunes al Sol
(Los Lunes al Sol)


Imagen © 2002

Dirección: Fernando León de Aranoa.
Año: 2002.
País: España.
Duración: 113 min.
Interpretación: Javier Bardem (Santa), Luis Tosar (José), José Ángel Egido (Lino), Nieve de Medina (Ana), Enrique Villén (Reina), Celso
Bugallo (Amador), Joaquín Climent (Rico), Aida Folch (Nata), Serge
Riaboukine (Serguei), Laura Domínguez (Ángela), Pepo Oliva (Samuel), Fernando Tejero (Lázaro).
Guión: Fernando León de Aranoa e Ignacio del Moral.
Música: Lucio Godoy.
Producción: Elías Querejeta.
Fotografía: Alfredo Fernández Méndez.
Montaje: Nacho Ruiz Capillas.
Dirección artística: Julio Esteban.
Vestuario: Maiki Marín.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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