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Crítica por Tònia Pallejà

Hay algo peor que creerse uno de los mejores directores contemporáneos del cine internacional: transmitirlo. Ya sea a través de la rueda de prensa promocional de la película, después de la proyección de la misma -grave error fruto de una inconsciente autosuficiencia-, ya sea a través de tu propio trabajo. Ventura Pons (Morir (o no), Amigo/Amado, Anita no pierde el tren) no sólo parece creer ser un gran director, sino que además no duda en decírnoslo, aunque su pobre desempeño en Manjar de amor nos indique todo lo contrario. Su último film, el primero rodado en inglés, pretende ser una obra de alcance universal sobre relaciones humanas, autodescubrimiento y realización personal. A pesar de que el eje dramático de esta historia tenga como protagonista la relación entre un joven músico y un consagrado pianista, y esté basada en la novela The page turner de David Leavitt -uno de los autores abanderados del movimiento gay-, se nos insiste en que no sea considerada únicamente como una película sobre la homosexualidad, ya que ésta sólo sirve como excusa para desgranar los sentimientos y emociones de unos personajes confusos que intentan recuperar el equilibrio en sus vidas. No se dejen engañar. Existe una notable diferencia entre lo que a uno le gustaría que fuera su película y lo que en realidad es.

Obviamente, la osadía de Pons no llega al extremo de intentar trazar un fresco representativo del "mundo gay" -no evoluciona mucho más allá del tópico sobre el jovencito apuesto y neófito que es seducido por un madurito experimentado-. Pero si no es una película representativa de la homosexualidad, tampoco lo es de nada más. Ese supuesto tratamiento emotivo, ese análisis psicológico de personajes que se enfrentan a determinados sucesos vitales, no pasa de su estereotipada epidermis, y más que considerarlo una muestra de superficialidad, a tenor de los comentarios de su autor, deberíamos tenerlo entonces por una incapacidad total a la hora de plasmarlo o una desconsideración de la pericia necesaria para transmitir dichos factores.

Los que vayan a ver Manjar de amor serán testigos de una relación homosexual sin demasiado fuelle, a la que preceden y tras la que se suceden una serie de acontecimientos irrelevantes narrados de la peor forma posible. La manera en que ese adolescente asume su recién descubierta sexualidad, la reacción de su madre ante el hecho, las relaciones que se establecen entre los diferentes personajes, y la historia en sí misma tienen menos trascendencia que quien oye llover. Se trata de personajes sin profundidad ni perspectiva temporal, que encajan con una visión unidimensional y sumamente simple, alguno de los cuales -el padre de Paul, su compañero de piso, o incluso la perra de Joseph, aunque suene a broma- apenas son perfilados aunque debamos suponer la importancia que tienen en la trama y su desenlace.

Los actores seleccionados para tan desmerecida ocasión -la mayoría británicos- no consiguen rescatar del olvido inmediato esta película de insubstancial desarrollo, torpeza expresiva, ritmo soporífero y aburrido visionado. Incluso Naïm Thomas -participante de Operación Triunfo-, en su pequeña y anodina intervención, consigue estar a la altura de las otras interpretaciones, cuando no insulsas, directamente bochornosas.

Por último, Manjar de amor ofrece una imagen de Barcelona totalmente alterada e irreal, teñida de un romanticismo barato, incluso naif, que arroja la misma poca credibilidad que el resto de su discurso. Pons abandona aquellos interiores casi claustrofóbicos, o los herméticos exteriores que servían como escenario a otros films del realizador catalán, por una ciudad llena de luz y color, pero con la vitalidad de un decorado de cartón-piedra. La ubicación de unos norteamericanos en este entorno que se mueve entre la "europa civilizada" y la "picaresca latina" -la anécdota de las gitanas es para acabar de convertir el guión en cenizas-, es aprovechada para señalar la confrontación entre culturas en forma de chiste fácil que produce vergüenza ajena.

Hay escasos elementos que aplaudir en esta descafeínada producción con pretensiones de legado cinematográfico pero realidad de telefilm de tercera categoría, que no sea la aparición de sus títulos de crédito finales. Ni un sólo anzuelo que enganche al espectador, que ya es difícil. Pero no importa. Ventura Pons no acaba de cuajar en su propio país, pero su trabajo sigue estando presente en el panorama internacional y algunos iluminados admiran su personalidad creativa. Y además, él parece estar convencidísimo de sus virtudes. Todos contentos.

© 2002 Tònia Pallejà

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Manjar de Amor
(Manjar de Amor)


Imagen © 2002

Dirección y producción: Ventura Pons.
Pais: España.
Año: 2002.
Duración: 102 min.
Interpretación: Juliet Stevenson (Pamela), Paul Rhys (Richard), Allan Corduner (Joseph), Kevin Bishop (Paul), Geraldine McEwan (Novotna), Craig Hill (Izzi), Pamela Field (Diane), Naïm Thomàs (Teddy).
Guión: Ventura Pons; basado en la novela 'Junto al pianista' de David Leavitt.
Música: Carles Cases.
Fotografía: Mario Montero.
Montaje: Pere Abadal.
Dirección artística: Bel.lo Torras.
Vestuario: María Gil.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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