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Crítica por Tònia Pallejà

Nos hallamos ante una película –por llamarla de alguna manera– ya no prescindible, innecesaria o nada recomendable, sino totalmente injustificable como producción. Y es que en última instancia, la culpa de esta broma de mal gusto no es ni de sus directores, ni de su guión, ni de su reparto, sino de esos señores que decidieron aportar el capital, dando luz verde al proyecto y permitiendo que llegara a las salas de exhibición. Espero que tengan una buena excusa para haber financiado tan desafortunado capricho. Nada menos que 2.1 millones de euros de presupuesto –visto lo visto tampoco se entiende a qué fueron destinados–, y tanta gente pasando hambre en este mundo. Disculpen mis comentarios excesivamente categóricos en cuanto sigue (cosa que me habría gustado evitar), pero ante la nulidad absoluta me rindo.

Este atentado –en primer grado y sin atenuantes– contra la industria cinematográfica española, el entretenimiento y el arte, se presentaba como "una versión hispánica de El Guateque de Blake Edwards y Jo, qué noche de Martin Scorsese"... Me sobran las palabras (y contengo los exabruptos) porque la falta de talento con humildad se perdona, pero si a la falta de talento se le suma tamaña pretenciosidad, apaga y vámonos, que el cine no se inventó ayer y una ya tiene edad para ejercer su derecho al voto. Al menos, sus responsables nos lo han puesto tan fácil que su título, "Peor imposible", dejó de ser un mal augurio para convertirse en su mejor definición.

Esta comedia –por lo menos su ambi-ción es hacernos reír– parte de una situación trasnochada complicándose conforme avanza –es un decir– con toda suerte de enredos y malentendidos, más que trillados, agotados, más que previsibles, casi insultantes, que irritarían al más paciente de los espectadores. La idea era resucitar la esencia de las screwball comedies americanas, pero cualquier guiño u homenaje resulta aquí una ofensiva burla. Sus diálogos tampoco tienen desperdicio, ni en E.G.B. hubiéramos tramado chistes y gags tan burdos para la fun-ción teatral de fin de curso. El interés, la gracia, el acierto, la medida, el buen gusto, el ingenio y la originalidad brillan por su ausencia en todo momento, dejando paso a un continuo disparate insufrible y agotador. Porque eso sí, su única virtud es su capacidad de provocar una reacción en el público a lo largo de toda su duración: resoplidos de desesperación, voces de indignación y espectadores abandonando la sala presa del nerviosismo en medio de la proyección.

Pero el delito no se limita a su obtusa trama y su soporífero desarrollo. El espíritu que rezuma "Peor imposible" es caspa vetusta, humor encorsetado con tufillo a naftalina, cursilería de hondo calado, cutrerío de Todo a cien, estulticia recalcitrante. Tan juvenil como Perales, tan fresca y dinámica como los decorados de cartón-piedra del 123 de hace tres décadas. Para que me entiendan: Parada ya tiene una nueva adquisición para su videoteca de Cine de Barrio sin necesidad de esperar a que esta cinta envejezca. "Peor imposible" se sitúa en las mismas coordenadas que Ana y los siete o el vodevil de "Noche de fiesta", y si es cierto aquello de que "en el país de los ciegos, el tuerto es el rey", a su lado "El robobo de la jojoya" se convertiría en una cult movie indiscutible. Ya es raro que no aparezcan en pantalla, a modo de cameo, Bigote Arrocet o los hermanos Calatrava, tal es el nivel.

Este crimen organizado no lo salva nadie, y así sus actores tampoco desmerecen la oportunidad y están a la altura de las circunstancias. A Víctor Clavijo el protagonismo le queda grande, y por más que se esfuerce, ni un actor de altos vuelos y muchas tablas podría apañar un trabajo mínimamente digno en semejante entorno. Guillermo Toledo, tan efectivo y espontáneo en ruedos como 7 vidas, tampoco puede defender algo inexistente. A Elsa Pataky deberían recor-darle que interpretar no es sólo poner la cara, pero como en adelante dudo mucho que ninguna de sus actuaciones sea tan nefasta como la presente, sus expectativas de futuro siempre serán optimistas. Y Pere Ponce interviene en una triste caracterización. Junto a ellos, un extenso elenco de secundarios que no podría calificar de otra forma que no fuera "la parada de los monstruos".

Creo que hacía años que no había tenido el disgusto de presenciar una producción tan escandalosamente lamentable. Y solicito el libro de reclamaciones, porque me sigo preguntando cómo algo tan vergonzoso ha podido llegar a ver la luz. En definitiva, un cero patatero para estos dos debutantes en el largo, José Semprún y David Blanco, y para aquéllos que les hicieron creer que este producto valía la pena que se llevara a la pantalla grande. Como vídeo casero, para enseñar a familiares y amigos –que siempre te ríen las gracias, aunque sea por compromiso– hubiera quedado muy apañadito y nos hubiera ahorrado perder el tiempo. Obviamente, no se la podría recomendar ni para pasar el rato si no tienen nada, absolutamente nada, mejor que hacer, porque se les van a cargar las piernas con los nervios y se acabarán comiendo el reposabrazos de la butaca por la crispación.

© 2002 Tònia Pallejà

La Butaca

Peor Imposible
(Peor Imposible)


Imagen © 2002 Village Roadshow

Dirección: David Blanco y José Semprún.
País: España.
Año: 2001.
Duración: 100 min.
Interpretación: Víctor Clavijo (Miguel), Guillermo Toledo (Alex), Elsa
Pataky (Fátima), Pere Ponce (Jorge), Idelfonso Tamayo (Cubano), Eduardo Antuña (Santiago), Fernando Chinarro (Abuelo), Pablo Pinedo (Vicente), Álvaro Monje (Chico), Andrés Lima (Mecánico), Mario Arias (Canijo), Fausto Talón (Ralf).
Guión: David Blanco.
Producción: Juan Gordon.
Fotografía: Andreu Rebés.
Montaje: Fenando Franco.
Dirección artística: Juan Pedro de Gaspar.

Crítica por Tònia Pallejà

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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