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Crítica por Rubén Corral

Hablando de la censura, Basilio Martín Patino se refería al momento de flagrante atropello de ideas que existe actualmente en el cine español, una censura que en mucho supera la de la época de la dictadura de Franco. Y decía esto el director de películas como “Queridísimos verdugos” o “Canciones para después de una guerra”, verdaderas vanguardias de libertad en la última época del régimen franquista, pioneras a la hora de burlar (o intentarlo) las ideas oficiales y mostrar al público otra visión de la realidad cotidiana más crítica con su país. El director de “Octavia” (2002) ironizaba que la censura hoy en día no es tan estúpida como la de entonces, la que ejercían los poderes asociados a las ideas impuestas desde el nacional-catolicismo; ahora la censura es de mercado. No hace mucho, otro director, cuyo testimonio creo que es interesante porque así son sus películas, el bilbaíno Enrique Urbizu, decía que hay temas que los productores sentencian a muerte sin necesidad de ordenar que se escriba el guión de una película: Urbizu se refería a rodar películas que reflejaran el conflicto vasco. Esos productores dicen: nadie irá a ver eso. Y nadie puede discutirles, porque ellos son los dueños del chiringuito y porque, si no pagan ellos, desde luego, nadie irá a verlo.

Por eso, películas en rebeldía como “Poniente”, dirigida por la granadina Chus Gutiérrez, directora acostumbrada a tratar con los prejuicios (allí están “Sexo oral” o “Alma gitana”), es un film que merece recibir la atención que su contenido posee y merece ser un sopapo en el rostro de mercaderes de nociva cobardía artística (por no hablar del compromiso con la sociedad que paga las entradas de cine que terminan en sus bolsillos). Por el momento, “Poniente” ya ha quedado incluida en las selecciones efectuadas por los festivales de Venecia y Toronto, y en ella se tratan temas censurables desde el punto de vista mercantil: el racismo en España, el machismo, la realidad y los conflictos –generacionales, interculturales– que la caracterizan. Pero sobre todo, e incluso por debajo de este manto de interesantísimas nociones ofrecidas en el guión de la propia Gutiérrez, escrito con la colaboración (que se percibe, y mucho) de Icíar Bollaín, late la semilla del desarraigo. Una sensación lograda gracias a la acumulación de una serie de personajes apátridas llegados a un lugar tan artificial, tan próximo al despropósito como los mares de plástico que conforman las concentraciones de invernaderos de determinadas zonas de la provincia de Almería.

En esos invernaderos –que a mí me siguen recordando a laboratorios más que a huertos– convergen Lucía (Cuca Escribano, excelente trabajo) una madre que vuelve con su hija de su trabajo de maestra en Madrid a la casa de su familia en el sudeste de Andalucía tras la muerte de un padre que, en principio, percibimos como la sombra de todo aquello con lo que la hija quiso romper a lo largo de su vida anterior; y Curro (José Coronado, cada vez más cerca de convertirse en un buen actor gracias a papeles tan cuidados como el que le toca aquí), hijo de emigrantes nacido y criado en Suiza que elude el compromiso social tanto con los marroquíes y subsaharianos que son sus amigos como con los empresarios que le dan trabajo como contable. Ellos dos son exiliados strictu sensu en un entorno en el que todos quieren escapar de la realidad (Lucía dice en un momento del film que parece que todos se esconden en sus casas para hacer oídos sordos a lo que ocurre a su alrededor): los inmigrantes recién llegados (representados en Saïd, interpretado por Marouane Mribti) quieren hacer el dinero rápido que la leyenda les ha contado en su país se hace en Europa; los inmigrantes asentados (personificados en Adbembi –una vez más, soberbio Farid Fatmi–, el mejor amigo de Curro), que quieren recibir dignidad en el trato con los empresarios, para lo que no dudan en ponerse en huelga; los empresarios, siempre preocupados por ampliar sus posesiones y aumentar el margen de beneficios; los jóvenes, en conflicto con los padres o con el lugar en que les ha tocado nacer; o los nativos (desde la tía de Lucía –Alfonsa Rosso– a su primo Paquito), empeñados en negar que algo vaya a cambiar y que la situación de injusticia en la que se han acostumbrado a vivir puede durar para siempre.

Como en otra gran película sobre un tema similar, “Lejos” (Loin, André Téchiné, 2001), la historia se centra en ese punto de fuga en el que se convierte el escenario. Así, el conflicto nace de una manera tan natural que ni siquiera algunas líneas de diálogo demasiado enunciativas –y antinaturales– logran desvirtuar la sensación de realidad que hoy en día pocos cineastas imprimen a sus pelí-culas. Tampoco es beneficioso, qué duda cabe, acudir a algunos estereotipos para describir la vida de los inmigrantes norteafricanos. En cierto modo, es un esquematismo fácil que, pese a todo, no es tan perjudicial (para la coherencia interna de un relato com-prometido desde el arranque como es éste) como el que caracteriza a los personajes de los últimos trabajos del director social por antonomasia y ante el que tantos críticos hacen la vista gorda.

Por otra parte, Chus Gutiérrez introduce de manera primorosa –son las mejores imágenes de su película– secuencias de la llegada de emigrantes españoles a una estación de tren en los años cincuenta. Las contemplan, en elocuente silencio, Curro y Pepe, un amigo del padre del personaje interpretado por Coronado que se reconoce en pantalla y que se emociona viendo esos rollos de blanco y negro mudos. Por un lado, Curro busca sus raíces perdidas y, por otro, Pepe procura olvidar el sufrimiento. Paradójica, como la vida captada en esa breve secuencia, las reacciones de los personajes de una película vivificante en la censurada cinematografía española (como “Leo”, como “Flores de otro mundo”), y a pesar de sus tropezones.

© 2002 Rubén Corral

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Poniente
(Poniente)


Imagen © 2001

Dirección: Chus Gutiérrez.
País: España.
Año: 2002.
Duración: 96 min.
Interpretación: Cuca Escribano (Lucía), José Coronado (Curro), Antonio Dechent (Miguel), Mariola Fuentes (Perla), Antonio de la Torre (Paquito), Farid Fatmi (Adbembi), Idilio Cardoso (Pepe), Alfonsa Rosso (María), Marouane Mribti (Saïd).
Guión: Chus Gutiérrez e Icíar Bollaín.
Producción: Ana Huete e Iñaki Núñez.
Música: Tao Gutiérrez.
Fotografía: Carles Gusi.
Montaje: Fernando Pardo.
Vestuario: Bina Daigeler.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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