Crítica por Joaquín R. Fernández
"Entrevista con el Vampiro", filme de indudable interés
pero exageradamente fiel a la novela en la que se basaba, se vio envuelta
en una conocida polémica: Anne Rice, autora del libro, echó
pestes contra su protagonista, Tom Cruise, aunque luego tuvo que desdecirse
una vez comprobó que su recreación de Lestat no estaba nada
mal. Además, controló de forma férrea el
guión de la obra, haciendo imposible así que el lenguaje literario
se supeditara al cinematográfico. Con ello sólo consiguió
que los productores no estuvieran muy entusiasmados con la idea de trasladar
a la pantalla grande otros trabajos de Rice, motivo por el cual su nombre
se ha marchitado para el cine.
Sin embargo, el paso de los años ha logrado ablandar los ideales de la escritora, que no ha despotricado demasiado a la hora de hablar de esta nueva entrega de sus Crónicas Vampíricas (es más, incluso alabó la actuación de Stuart Townsend, el nuevo Lestat). El caso es que los fans de esta saga no se mostrarán muy entusiasmados tras visionar el filme, puesto que no sigue fielmente el argumento del libro, sino que combina la trama de dos: «Lestat, el Vampiro» (una espléndida secuela) y «La Reina de los Condenados».
Lestat, que es ya una estrella del rock, permite a los creadores de la película epatarnos con un buen puñado de ruidosas canciones, confiriéndole al filme una estética de videoclip. La trama se desarrolla con irregularidad, debido principalmente a esa mezcla de ideas de ambas novelas. Por otra parte, la realización de Michael Rymer es muy vulgar, casi de serie B, alejándose en todo momento de la espectacularidad (de hecho, las peleas entre los vampiros se resuelven de forma tosca y aburrida). No obstante, existen pasajes de calidad, como cuando Lestat se resiste a morder a Jesse, atacando entonces a otra víctima para mostrarle la crueldad de semejante acto; además, conviene resaltar el clímax final, momento en el que se produce un determinante encuentro entre todos los señores de la noche que hemos visto a lo largo del filme.
Los intérpretes, todos ellos acertados, utilizan un hablar afectado, algo que ya es habitual a la hora de hablar de vampiros modernos. Stuart Townsend le otorga a su personaje el aire de maldad necesario, pero a la vez no se olvida de que, en realidad, nos encontramos ante un ser torturado repleto de sentimientos. Las aparicio-nes de Aaliyah son escasas, faltándole quizás a su interpretación algo de majestuosidad.
Richard Gibbs ha de enfrentar su par-titura a las múltiples canciones que, esta vez con excusa, pueblan el metraje. Por ello, a veces opta por rellenar su música con ritmos que se acoplen adecuadamente a los estridentes sones de Lestat y su grupo, aunque no se olvida del romanticismo latente en la historia, tal y como se puede comprobar en la escena en la que el vampiro se percata, al lado de Akasha, de que la luz solar ya no le hace daño. Destacar, finalmente, su buen hacer durante los minutos finales de la película; lástima que durante el resto del metraje su música sea del todo rutinaria.
© 2002 Joaquín R. Fernández
Imagen © 2002
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