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Crítica por Julio Rodríguez Chico

Miguel Ángel Vivas ha ganado la primera edición del concurso Opera Prima, y lo ha conseguido desde su pasión por el cine negro americano, al que toma como patrón para esta película. Más en concreto, resulta patente la deuda contraída con Seven (David Fincher), de la que no logra despegarse.

Comienza de manera impactante con una escena dura y llena de expectativas en la que queda patente el sadismo y morbo con que se sucederán una serie de asesinatos infantiles. Es el "comienzo del juego" anunciado en sangre por el asesino de esta primera víctima, el bebé de Toni, un policía del cuerpo de homicidios. El caso se asigna a su compañero de trabajo Jaime Narbona. Llevado por su intuición -y también por el odio y la venganza-, el inspector pronto sospecha de Lázaro Herranz, al que ya acusó hace años de crímenes similares, aunque entonces perdiese la causa por falta de pruebas. Disputas internas en el cuerpo de policía, matrimonios resquebrajados por la indiferencia y la infidelidad, y un pasado que pesa de manera determinante sobre los personajes marcan el resto de la historia.

Vivas parte de un guión al uso y sin apenas aportaciones personales, con un asesino psicópata y desconocido, unos móviles por determinar, y una buena dosis de violencia y sangre -unas veces con imágenes escabrosas y otras con descripciones tras las autopsias no menos crudas- y también de sexo, concesiones a un mercado poco exigente. Se excede en esas muestras, y también abusa de unos golpes de efecto con los que pretende mantener en tensión al espectador. Es cierto que aplica con acierto y corrección las reglas del suspense -que se palpa por ejemplo en la escena angustiosa en que la esposa e hija de Narbona están solas en casa y se respira la presencia del asesino-, pero resulta excesivo el efectismo de la música, los destellos de luz o los trepidantes fogonazos de fotos y recuerdos que emplea.

Por supuesto, toda la historia se desarrolla en ambientes nocturnos, con lluvia en exteriores opresivos y sombras en interiores inquietantes. Es un clima en que todo resulta confuso y ambiguo, donde apenas de distingue la verdad de la mentira, la persona equilibrada del asesino, donde se descubre el error de quien se creía conocer. Vivas hace así su crítica social -tomando el cuerpo de policía como punto de referencia- ante la hipocresía e insinceridad dominantes, en que las apariencias anulan una interioridad que no llega a descubrirse; de ahí el título de la película, que indica ese reflejo oscuro y falso que abunda en la sociedad y la persona. Para reflejarlo, el director recurre a símbolos estéticos como son mostrar unas imágenes tamizadas por el cristal o la cortina de lluvia que se interpone, o hacer resonar las voces deformadas por sus ecos o sus recuerdos del pasado.

Narrativamente la película pierde fuerza en el momento en que se descubre el motivo de las desaveniencias entre Narbona y su mujer, o el porqué del empeño personal del inspector por incriminar a Lázaro. A partir de ahí, el ritmo decae y el suspense sólo se mantiene por el interés en averiguar la identidad del asesino, para terminar con un desenlace ya muy repetido en el género.

Las relaciones personales -especialmente entre los policías- no quedan tampoco resueltas con profundidad, en parte por unas interpretaciones poco convincentes y por un casting no muy acertado; es una lástima que se dé poco desarrollo a los papeles de Emilio Gutiérrez Caba y especialmente de Ana Fernández, que con pocos minutos demuestran oficio y capacidad sobrada para encarnar las personalidades mejor definidas del film. Georges Corraface da vida a un inspector atenazado por los fantasmas de su pasado y con escaso control sobre sus actos, y su actuación resulta exagerada e histriónica, como si se estuviera mirando a uno de esos espejos que reflejan su imagen borrosa.

© 2002 Julio Rodríguez Chico

La Butaca

Reflejos
(Reflejos)


Imagen © 2002

Dirección y guión: Miguel Ángel Vivas.
País: España.
Año: 2002.
Duración: 108 min.
Interpretación: Georges Corraface (Jaime), Ana Fernández (Julia), Emilio Gutiérrez Caba (Lázaro), Alberto Jiménez (Iván), Carlos Kaniowsky (Tony), Magüi Mira (Virginia), Ana Otero (Sonia), Jordi Dauder (Comisario), Héctor Colomé (Abogado de Lázaro), César Díaz (Juanma), Tatiana Martínez (Estrella), Sandra Toral (María).
Producción ejecutiva y dirección de producción: José Luis Escolar.
Fotografía: Juan Miguel Azpiroz.
Montaje: Pablo Zumárraga.
Dirección artística: Bárbara Pérez Solero.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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