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Crítica por Rubén Corral

Última película del actor Francisco Rabal, galardonada con el Leopardo de Oro (el premio grande) del veterano Festival de Locarno, la italiana con aire de europudding "A la revolución en un dos caballos" (Alla rivoluzione sulla due cavalli, Maurizio Sciarra, 2001) se estrena en España en parte por ser el postrer trabajo del protagonista de "La gran mentira" (Rafael Gil, 1956) y "Nazarín" (Luis Buñuel, 1958), y en parte por incluir en su reparto un actor español desconocido en España, Andoni Gracia, que compone un portugués bastante convincente y que, desde luego, demuestra un dominio de las lenguas románicas sobresaliente: se defiende -y muy bien- en italiano, en francés y en portugués. Descubrimiento feliz el de este actor que pone punto y final a los hallazgos que el espectador encontrará en una película inflada, tosca, por momentos esteticista y, desde luego, desmitificadora del posible prestigio del festival suizo que tantos galardones le otorgó (además de ese leopardo dorado, hubo otro de bronce, bien merecido, para Gracia) el año pasado.

Resultan descorazonadores los rumbos hacia los que apunta un cierto tipo de cine europeo que se pretende heredero de una tradición audiovisual potentísima y que intenta conjugar a toda costa negocio y arte, aunque siempre subordinando el valor del segundo al éxito del primero. Y además de manera inopinada, como si se tratara de algo natural, lógico. En el caso de "A la revolución en un dos caballos", Sciarra disfraza de época y de película de trasfondo político a una road-movie sólo verosímil en su punto de partida: un exiliado portugués decide partir hacia Lisboa el día en que comienza la Revolución de los Claveles. A partir de entonces, la oquedad se encubre con un triángulo amoroso (sexo libre, amor libre) conformado por una mujer convenientemente infeliz en su matrimonio y dos compañeros de piso (uno italiano, el otro es el portugués) en su viaje a través de Francia, España y Portugal, a lomos de un Citroën 2CV amarillo descapotable.

Las diferentes peripecias que jalonan el viaje son muy disparejas, quedándose en la hilarante anéc-dota (encuentran un autostopista en plena campiña francesa que va a la India) y otras en la inverosimilitud como seña de identidad: caso del veterano campesino que regala a los viajantes unas botellas de coñac, el encuentro con el conde Agaruez (interpretado con el histrión marca de la casa de Óscar Ladoire) o de los incidentes con la Guardia Civil. Para una película que cabalga en ese viaje hacia una revolución (concreta, irrepetible y emotiva como la surgida en Portugal en abril de 1974) como la elegida, que se pretende reflejo de las sensaciones evocadas con un romanticismo que roza en demasiadas ocasiones la demagogia, tampoco resulta de recibo inverosimilitudes provocadas por circunstancias (sólo eso: de nuevo negocio por encima de arte) de producción como el hecho de que un actor español que interpreta a un portugués, una francesa y un italiano circulen por España hablando en italiano y encontrando a su paso a agentes de la Guardia Civil y miembros de la nobleza con los que comunicarse en italiano. Esa vocación de credibilidad que intentan los voluntariosos apartados de vestuario, dirección artística y documentación (abundantes imágenes televisivas de Lisboa tomada por militares con claveles en los cañones de sus armas) queda absurdamente desacreditada por una nimiedad como el idioma en el que se hable la película.

En cualquier caso, a esta sensación de incoherencia hay que unir un pertinaz y blando empeño por agradar al espectador tipo de la película: en un país como Italia (hacia cuyo mercado, por si había alguna duda, se pensó el film), en el que, según se dice, se habla más de política todavía que de fútbol, todo ese grupo de románticos evocadores de revoluciones a los que, por desgracia, no les queda más que cabecear ante la repugnante realidad política italiana. Y a ese público tampoco debería contentar "A la revolución en un dos caballos", porque se cimenta en el guiño cómplice, en la inclusión de referentes musicales aunque no menos acertados, evidentes (como el tema de José Afonso), y no en el envío de mensajes creativos, tan siquiera revisionistas, simplemente nostálgicos: una suerte de saudade portuguesa con la que el poeta De Cunheiro que encarna Georges Moustaki se ensaña al principio del film.

Película que no soporta comparación con ninguno de los referentes que podría haber buscado, "A la revolución en un dos caballos" no es capaz de acercarse a la descafeinada -por academicista- versión de los hechos históricos retratados por la portuguesa Maria de Medeiros en "Capitanes de abril" (Capitães de abril, 2000), y tampoco eleva el tono de voz lo suficiente como para equipararse a las combativas películas italianas de la década retratada de Mauro Bolognini o de los hermanos Taviani, ni tan siquiera las recientes experiencias de Nanni Moretti. En este sentido, la imposición de matices polí-ticos parece no responder más que a retratar una inquietud profundamente europea como elemento folklórico, autóctono. Con ello se pretende distraer el interés de una historia que, en su interior y en su superficie obedece escrupulosamente a los patrones del cine estadounidense comercial reciente. En este caso es una versión supuestamente libertaria de cualquiera de esas road movies que buscan su inspiración en modelos agarrotados y tan poco ejemplares como "Thelma y Louise" (Thelma and Louise, Ridley Scott, 1991) o "Amor a quemarropa" (True romance, Tony Scott, 1993); pero en otros casos no menos celebrados por algún crítico despistado puede ser incluso una variante hueca e insustancial de la historia con incapacitado tipo "Una mente maravillosa" (A beautiful mind, Ron Howard, 2001), tal y como puede comprobarse en la recientemente estrenada y nominada al Oscar© a la mejor película extranjera "Elling" (id., Petter Naess, 2001).

Retomando palabras ya dichas, resulta descorazonador que los rumbos a los que algunos productores listillos quieran llevar el cine europeo sean los de "dar gato por liebre", intentar tomar al espectador por un adolescente perpetuo o al cine por un lugar en el que adormecer cultura, política, ideas, arte, filosofía, religión, sociedad,...

© 2002 Rubén Corral

La Butaca

A la Revolución con Dos Caballos
(Alla rivoluzione sulla due cavalli)


Imagen © 2001

Dirección: Maurizio Sciarra.
País: Italia.
Año: 2001.
Duración: 98 min.
Interpretación: Andoni Gracia (Victor), Adriano Giannini (Marco), Gwenaëlle Simon (Claire), Paco Rabal (tío Enrique), Georges Moustaki (poeta), Óscar Ladoire (Conde Agaruez).
Guión: Enzo Monteleone y Maurizio Sciarra; basado en la novela de Marco Ferrari.
Producción: Rosanna Seregni y Monica Venturini.
Música: Lele Marchitelli.
Fotografía: Arnaldo Catinari.
Montaje: Claudio Cormio.
Vestuario: Andrea Viotti.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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