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Crítica por Joaquín R. Fernández

John McTiernan forma parte de un escaso grupo de realizadores que ha dignificado el cine comercial. Depredador, Jungla de Cristal y La Caza del Octubre Rojo son una palpable prueba de ello, mostrándose como entretenimientos muy eficaces que, a pesar de sus exageradas propuestas, jamás caen en la desfachatez. Aunque este autor anda un tanto apagado últimamente, jamás había participado en una cinta tan discreta como Rollerball, una producción de la Metro-Goldwyn-Mayer que se ha estrenado no sin pocos problemas, pues su debut debería haber acontecido el pasado verano. El retraso se ha debido a que los pases de prueba fueron desastrosos, algo que alarmó considerablemente a los responsables de semejante producto, decidiendo al final cambiar el montaje del filme.

A pesar de lo dicho, no se puede afirmar que Rollerball sea un auténtico bodrio. Cierto que su primera mitad es un tanto inaguantable, con esa ruidosa visualización de un "deporte" que al espectador cinematográfico le interesará más bien poco; las brutales competiciones que se suceden ante nuestros ojos se desarrollan de forma rutinaria, sorprendiéndonos el innecesario empleo que hace el director de los montajes vertiginosos y la música machacona (me recuerda a lo mismo que ha hecho Harlin en la espantosa Driven, todo con la intención de mimar al público más joven). A pesar de la vibrante (y algo desaprovechada) introducción, en la que Jonathan desciende por las calles de San Francisco en un monopatín, el aburrimiento nos acompaña justo hasta el instante en el que los protagonistas abandonan el hospital. El realizador nos muestra su huida a través de unas tonalidades verdosas que simulan el uso de unas gafas infrarrojas, y aunque no es algo que me parezca muy acertado, se percibe la calidad de las secuencias de acción. A partir de aquí, McTiernan intenta involucrarnos en la particular venganza que Jonathan fragua en su mente, pues ya se ha dado cuenta de que a Alexi, el promotor del «rollerball», no le importa que sus jugadores mueran con tal de que crezcan los índices de audiencia.

Del reparto, destacar a Jean Reno, que otorga a su personaje el cinismo necesario, aunque tampoco es que tenga muchas oportunidades para lucirse. Rebecca Romijn-Stamos está bastante bien como Aurora, demostrándonos nuevamente que es una de las actrices que mejor se desenvuelven en el cine de acción. Por último, Chris Klein tiene un rostro demasiado juvenil como para otorgarle credibilidad a su personaje, que sin duda merecería ser interpretado por un actor de mirada más cruda.

Eric Serra continúa engendrando despropósitos, siendo su... ¿música? un molesto pegote que en muy pocas ocasiones resulta eficaz (quizás sólo lo sea cuando Alexi llega al hospital para visitar a Marcus). Por si fuera poco, la banda sonora se completa con canciones y ritmos que se vuelven tan insoportables como los temas compuestos por el francés. En fin, supongo que en una tarde lo compuso todo y... ¡a cobrar! Que le aproveche.

© 2002 Joaquín R. Fernández

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Rollerball
(Rollerball)


Imagen © 2001

Dirección: John McTiernan.
País: USA.
Año: 2002.
Interpretación: Chris Klein (Jonathan Cross), Jean Reno (Alexi Petrovich), LL Cool J (Marcus Ridley), Rebecca Romijn-Stamos (Aurora).
Guión: Larry Ferguson y John Pogue; basado en el guión de William Harrison.
Producción: John McTiernan, Charles Roven y Beau St. Clair.
Música: Eric Serra.
Fotografía: Steve Mason.
Montaje: John Wright.
Diseño de producción: Norman Garwood.
Dirección artística: Helen Jarvis.
Vestuario: Kate Harrington.
Decorados: Hilton Rosemarin.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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