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Crítica por Joaquín R. Fernández

Cada vez que nos introducimos en una época vacacional, las distribuidoras cinematográficas nos "regalan" un buen puñado de productos infantiles que, en teoría, suelen ser muy útiles para atar a un asiento a los más pequeños de la casa (otra cosa es que después se pongan a dar berrinches para que les compren el peluche del bicho protagonista o la banda sonora con las canciones del filme). Hasta aquí, lo de siempre; el problema llega cuando la productora en cuestión se aprovecha del gancho de un personaje afamado (en este caso, Scooby Doo) y perpetra una auténtica bazofia que sólo destaca por su diseño de producción y por la caracterización de algunos de sus actores.

Y es que Scooby-Doo es una de esas cintas que se vale de su condición infantil para ocultar los inmensos defectos de sus propuestas. No hay ni un atisbo de inteligencia en alguna de las palabras que escuchamos o en alguna de las imágenes que contemplamos, decantándose la historia por presentar una sucesión de disparates, supuestos gags y secuencias de acción que, la verdad, tienen tanta chispa como Sylvester Stallone protagonizando una insulsa comedia. El guión cabe calificarlo como de auténtica basura, no ya porque esté repleto de convenciones, sino por culpa de que basa toda su existencia en estúpidos traspiés, amén de escenificar chistes burdos y groseros, recurso fácil para cualquier escritor que no desee molestarse en elaborar verdaderos gags de calidad (la escena en la que Scooby y Shaggy llevan a cabo una competición de pedos y eructos es realmente vergonzosa y deplorable).

¿Hay algo, pues, que salve a la cinta? Única y exclusivamente los decorados y el ritmo frenético de algunos de sus pasajes más moviditos (ver al respecto el ataque de los monstruos), puesto que ni siquiera la presencia de Scooby es todo lo hilarante que debiera ser (encima es un pegote digital que nos hace echar de menos el magnífico trabajo de la Industrial Light & Magic en los Episodios I y II de La Guerra de las Galaxias). No obstante, el director, Raja Gosnell, que tiene un currículo realmente "portentoso" (Solo en Casa 3, Esta Abuela es un Peligro), no es que ayude precisamente a abrillantar las imágenes que se suceden en la pantalla.

El reparto es también uno de los grandes desaciertos de la película, pues parece como si los actores estuvieran compitiendo para ver quién lo hace peor de todos ellos. Unos no sólo no se parecen nada a los personajes a los que dan vida (Fred y Daphne), sino que demuestran, una vez más, la suerte que tienen de seguir trabajando en importantes proyectos de Hollywood. Así, Freddie Prinze Jr. parece un replicante al que se le ha caído un bote de pintura amarilla en la cabeza, mientras que Sarah Michelle Gellar no muestra ni un ápice del atractivo de la versión animada de su personaje. Matthew Lillard recurre a la exageración para interpretar a Shaggy, mientras que Linda Cardellini está más que correcta en su papel de Velma. Rowan Atkinson va a lo suyo: poner cara de idiota y cobrar el suculento cheque que le han puesto en la mano.

David Newman se adapta a los cánones establecidos en este tipo de productos, introduciendo piezas musicales de dibujo animado que, siendo correctas y asemejándose en sus fragmentos oscuros a parte de la obra de Danny Elfman, siempre se ven interrumpidas bruscamente por las horribles canciones de turno.

© 2002 Joaquín R. Fernández

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Scooby Doo
(Scooby Doo)


Imagen © 2002 Village Roadshow

Dirección: Raja Gosnell.
País: USA, Australia.
Año: 2002.
Duración: 87 min.
Interpretación: Freddie Prinze Jr. (Fred Jones), Sarah Michelle Gellar
(Daphne Blake), Matthew Lillard (Norville 'Shaggy' Rogers), Linda
Cardellini (Velma Dinkley), Rowan Atkinson (Emile Mondavarius), Isla
Fisher (Mary Jane), Steven Grives (N'Goo Tuana), Sam Greco (Zarkos),
Kristian Schmid (Brad).
Guión: James Gunn; basado en una historia de Craig Titley y James Gunn sobre los personajes de Hanna-Barbera.
Producción: Charles Roven y Richard Suckle.
Música: David Newman.
Fotografía: David Eggby.
Montaje: Kent Beyda.
Diseño de producción: Bill Boes.
Dirección artística: Bill Booth, Donna Brown, Gabrielle Gliniak y
Christian Wintter.
Vestuario: Leesa Evans.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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