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Crítica por Mateo Sancho Cardiel
El mundo de la mafia es algo que ha sido bastante manido en el cine. La trilogía de El Padrino sentó las bases y rompió las barreras de la censura (no se le permitió usar la palabra "Mafia" en un solo diálogo). Pero a raíz de eso se lo ha ido utilizando bajo una serie de tópicos que han restado interés a las películas de esta temática.
Sexy Beast, si bien no se centra en concreto en una mafia, sí lo hace en un grupo terrorista que recoge uno de los grandes tópicos de las Cinco Familias: la imposibilidad de rehabilitarse. Así, nos cuenta la historia de un terrorista retirado que ahora está viviendo de las rentas en Almería, pero que tendrá que desenterrar sus antiguas habilidades para retomar por obligación un nuevo golpe a la caja de seguridad de un banco.
Esta película resulta algo desconcertante. Comienza claramente como una comedia ligera y socarrona, pero cambia radicalmente de registro hacia el drama oscuro y agobiante en cuanto se destapa la caja de Pandora: cuando llega el dictatorial director de la operación. La tensión emocional, la violencia implícita y explícita y la tristeza se apodera de los personajes y de toda la película. Este cambio de rumbo tan brusco resiente notablemente la película, dejándola desequilibrada ya para el resto de su duración. Pese a todo, está muy bien rodada, y el mundo de la corrupción de alto standing queda bien retratado.
Como la historia no aporta nada nuevo, realmente el espectador se convierte en un elemento pasivo, que sólo se sobresalta de vez en cuando con la petarda música, cargante hasta la extenuación y ante una espléndida e inquietante interpretación de Ben Kingsley, absolutamente alejado de su papel más recordado, el de Ghandi. Su personaje es el más jugoso de la película, y realmente llega a ser odiado por el espectador: una creación a base de trabajadas miradas, contundentes diálogos y petrificantes expresiones faciales. Expresa el sadismo como pocas veces he visto en la gran pantalla, y demuestra que está siendo absolutamente desaprovechado en Hollywood, donde no hace una película interesante desde La lista de Schindler.
Pero en sí, la película no sorprende. No cuesta verla, pero tampoco se pierde nada si se deja pasar. Su fría acogida, seguramente le confinará a las estanterías más olvidadas del video club, y se convertirá en una de esas películas que parece que no han existido. Y realmente, tampoco es tan mala como para eso.
© 2002 Mateo Sancho Cardiel
Imagen © 2000