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Crítica por Joaquín R. Fernández
La secuela de uno de los más inesperados éxitos del año 2000 ha resultado ser una relativa decepción. Si Stuart Little nos encandiló con su inocencia, su segunda parte ha perdido por completo la capacidad de sorprendernos. Frente a otras portentosas secuelas, como la de Toy Story 2, donde la frescura aún persistía en una trama trepidante y desternillante, en Stuart Little 2 parece que los guionistas lo vuelvan todo más mecánico y rutinario. Falta, en definitiva, más alma en el proyecto, es como si sus responsables supieran en todo momento que están construyendo una película artificial destinada a vender ciertos productos entre el público menor de edad (con qué descaro se anuncia la Playstation 2, por ejemplo). Incluso los pasajes más emotivos resultan completamente forzados, siendo el argumento de la cinta una revisión del que ya pudimos encontrar en la primera entrega (el pobre Stuart, para su desgracia, sigue teniendo problemas para integrarse en la familia Little).
Queda, pues, un producto muy infantil que, al repetir exageradamente elementos ya conocidos del anterior filme o de otras producciones similares, deja cierta insatisfacción en la concurrencia, que tan sólo vibra con algunos de los pasajes de acción de los veinte minutos finales. Por desgracia, los personajes más interesantes (el halcón o el gato), que, por cierto, son los que más "mala leche" tienen, están completamente desaprovechados, siendo sus frases menos ingeniosas de lo deseado. La incorporación de Margalo no aporta un especial brío a la historia, y mucho menos sucede eso con la pequeña hija de los Little, cuya presencia se limita únicamente a sus primeros balbuceos al hablar.
Por supuesto, lo que en verdad asombra de Stuart Little 2 son sus efectos especiales. La figura del halcón, cuya animación es una buena muestra del talento alcanzado por algunos de los artistas de Hollywood, basta por si sola como para justificar el visionado de la cinta. La integración entre seres humanos y personajes creados por ordenador es perfecta, aunque se detectan leves defectos en algunos movimientos de boca de los gatos (seguramente uno de los trabajos más duros para los animadores y, a la vez, menos espectaculares). En todo caso, Geena Davis, Hugh Laurie y Jonathan Lipnicki resultan un tanto insoportables al lado de sus (virtuales) compañeros de reparto.
Alan Silvestri recurre a compases coloristas y muy vívidos en gran parte de su partitura, aunque también utiliza típica música de dibujo animado en las secuencias más intrascendentes. Aunque a veces le da demasiada pompa al asunto, logra crear vertiginosos ritmos que ayudan a que la narración sea más ágil (tal y como podemos comprobar en los momentos de acción).
En resumen, una película muy infantil que puede aburrir un poco a los padres, pero que quizás resulte un digno entretenimiento para los más pequeños de la casa, que seguro se identificarán con los "trascendentales" traumas de los protagonistas. Eso sí, el corto que se exhibe antes de Stuart Little 2 es bastante más hilarante que lo que vamos a ver después. Si se conforman sólo con eso...
© 2002 Joaquín R. Fernández
Imagen © 2002
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