CinEncanto
La Butaca
Novedades
Películas Recientes
Archivo
La Butaca
Noticias

Crítica por Leandro Marques

Desde Descartes a Jorge Luis Borges, el hombre siempre se ha planteado la posibilidad de que la vida sea un largo sueño producido por la infinita capacidad creativa que posee el cerebro humano. También en el cine es frecuente la incursión por el mundo de los sueños y las exploraciones a extrañas dimensiones en las que puede sumergirse un individuo. En Waking life, el ingenioso director estadounidense Richard Linklater, una de las voces más destacadas del cine independiente del país americano, responsable de obras que pueden considerarse ya de culto como Slacker (1991), Dazed and confused (1993) y Before Sunrise (1995), realiza un experimental y fascinante largometraje animado que desarrolla íntegramente una historia que sólo acontece en la soñadora cabeza de su personaje principal.

Hasta ahora, los adelantos tecnológicos que permiten la elaboración de filmes puramente animados se habían utilizado para concebir productos que apuntaban esencialmente al mercado infantil, pero que se caracterizaban por deslizar, detrás de una historia atrapante y cautivante para los más chicos, el tratamiento de temas de mayor profundidad, dirigidos para los más grandes. Antz o Toy Story son algunos de los muchos ejemplos que pueden mencionarse. Distinto es el caso en Waking life. En esta cinta, la apuesta de Linklater no responde a los patrones recurrentes de la industria cinematográfica: su película animada está dirigida a los adultos. Sin monstruos, insectos ni juguetes de por medio.

La técnica de animación utilizada en esta cinta es peculiar. Puede decirse que Linklater hizo dos películas en una, ya que primero filmó las escenas con actores de carne y hueso, usando una cámara digital, y luego, junto al director de arte Bob Sabiston, decidió utilizar un software ideado por éste para colorear cada uno de los fotogramas. Se seleccionaron a treintaiún artistas para realizar esa tarea, y cada uno de ellos contó con total libertad para imprimir a cada pintura su estilo particular. El resultado es una imperdible y cautivante estética visual.

Waking life ofrece un apasionante recorrido por las preguntas primordiales que suele plantearse el hombre con respecto a su existencia. Linklater no se preocupa por dar a conocer detalles acerca del joven protagonista principal, a quien el actor Wiley Wiggins le pone la voz, de quien no se sabe ni su nombre. Sin embargo, el director estadounidense realiza una perfecta composición introspectiva del personaje: no sabremos cómo se llama, pero conocemos (y muchas veces nos identificamos con) sus más profundos interrogantes, su ansiedad de (auto)conocimiento, su pasión por la vida, su curiosidad, su capacidad para escuchar al otro. O a sí mismo. Porque todo lo que vemos es la secuencia una tras otra de un sueño que parece no tener fin.

Puede achacársele al filme un quizás exagerado tinte pedagógico, demasiado tendiente a responder las preguntas que plantea el muchacho a cada uno de los fascinantes personajes con los que se cruza (aunque no siempre se sueña a sí mismo: es imperdible una conversación que mantienen sobre la cama los dibujos de Ethan Hawke y Julie Delpy, realizados por ellos mismos en un guiño del realizador para aquellos que vieron a ambos actores enamorados en Before Sunrise). Pero esa verticalidad es absolutamente perdonable, porque puede ser utilizada por algunos espectadores para una primera aproximación (o reencuentro) con algunos de los pensamientos esenciales de hombres de la talla de Jean Paul Sarte, Sigmund Freud o Michel Foucault, entre otros.

Si bien existe un hilado temático general, cada diálogo de la trama se presenta como independiente del otro. Eso le quita algo de ritmo narrativo a la historia, pero posibilita que cada secuencia tenga una riqueza y un peso específico propio. Y no impide que cada una de ellas esté dotada de una atmósfera espesa y cautivante. Pese a esto, es necesario aclarar que el lenguaje verbal utilizado es bastante complejo, por lo que es aconsejable no detenerse palabra por palabra sino tratar de captar la esencia de lo que se ve. Igualmente, la sensación final es que se trata de una de esas películas que pueden disfrutarse tanto o incluso más la segunda vez que se la mira (cosa que todavía no pudo hacer este cronista, valga la aclaración).

La primera gran frase de Waking life, "Dream is destiny" (el sueño es el destino), marca la gran idea sobre la que gira la película. Entrometerse con el mundo de los sueños, tan inquietante y honesto como oscuro y apasionante, abrirse a él pese a no poder controlarlo, permitirse disfrutar al máximo del instante eterno que dura. Ésta es la propuesta/desafío que plantea el filme, seguramente otro de la lista de Linklater que pasará a integrar la privilegiada esfera que ocupan los llamados "de culto". Porque quizás no haya tanta diferencia entre aquello que soñamos y eso otro que denominamos realidad. Quizás sólo se trate de hacerse cargo de lo que cada uno es y quiere ser, dejando en libertad de expresión a las enormes cantidades de creatividad e imaginación que se alojan temblorosas en cada una de las soñadoras cabezas humanas que habitan el planeta.

© 2002 Leandro Marques

La Butaca

Despertando a la Vida
(Waking Life)


Imagen © 2001

Dirección y guión: Richard Linklater.
País: USA.
Año: 2001.
Duración: 97 min.
Género: Animación.
Producción: Tommy Pallotta, Jonah Smith, Palmer West y Anne Walker-McBay.
Música: Glover Gill.
Fotografía: Richard Linklater y Tommy Pallotta.
Montaje: Sandra Adair.
Dirección artística: Bob Sabiston.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

.