Mystery Science
Theater 3000: The Movie
Cannibal Women in the Avocado Jungle of Death
Monty Python
and the Holy Grail
Killer Klowns
From Outer Space
Beyond the Valley
of the Dolls
Dirigida
por Amy Heckerling
Escrita por Cameron Crowe
Editada por Eric Jenkins
Elenco:
Sean Penn .... Jeff Spicoli
Jennifer Jason Leigh .... Stacy Hamilton
Judge Reinhold .... Brad Hamilton
Robert Romanus .... Mike Damone
Brian Backer .... Mark 'Rat' Ratner
Phoebe Cates .... Linda Barrett
Ray Walston .... Mr. Hand
Scott Thomson (I) .... Arnold
Vincent Schiavelli .... Mr. Vargas
Amanda Wyss .... Lisa
Algunos lectores sabrán de mi obsesión con las comedias juveniles. Ciertamente no me gustan todas las muestras de este tipo de cine, pero no es un género que repudio automáticamente, como hace mucha gente. Es verdad que frecuentemente ofrece bodrios de tal calibre que invitan a la inmolación espontánea en la sala de cine, pero de vez en cuando se descubre una joya que será injustamente ignorada por el público y la crítica sólo por pertenecer a un muy menospreciado género.
Pero ¿de dónde salen estas películas?
Creo
que sus ancestros más obvios son las películas playeras de la
década de los cincuentas, aquellas que siempre contaban en sus títulos
con las palabras "bikini", "beach" o "surf".
Eventualmente esas películas evolucionaron (aunque tal vez ese no sea
el término correcto) con el surgimiento de la contra-cultura en los
sesentas. Frankie y Annette en sus pudorosos trajes de baño fueron
reemplazados por Dennis Hopper y Peter Fonda exultando las virtudes de las
drogas de moda. Durante los setentas el cine experimentó una curiosa
elevación de intelecto, sin duda como respuesta a la explosiva popularidad
de la televisión a color y de los muchos otros modos como los medios
competían por la atención del público. Pero tal fenómeno
llegó a su fin cuando los productores se dieron cuenta de que el mercado
juvenil, relegado durante años, tomaba nueva fuerza social y, sobre
todo, económica. Entonces regresó el momento de explotar al
público juvenil.
Desde
luego el titán del género en los ochentas fué John Hughes.
Su obra marcó a una generación y permitió que otros cineastas
aprovecharan ese éxito para promover y producir películas que
de otro modo nunca se hubieran visto. Claro, esto fue a la vez bendición
y maldición, pero por cada basura como "Zapped" o "Risky
Business" tenemos joyas como "Better Off Dead", de Savage Steve
Holland; "Say Anything" de Cameron Crowe y "Fast Times at Ridgemont
High", de Amy Heckerling.
Con su espeso acento neoyorquino, Heckerling parecería la menos indicada para realizar una película sobre adolescentes californianos, pero de algún modo su estilo narrativo complementó maravillosamente el guión del mentado Cameron Crowe, que como nunca antes retrató fielmente a la juventud en mitad de esa extraña década.
La
razón de esta feroz honestidad se encuentra en la novela que dió
origen a la película. El libro "Fast Times at Ridgemont High"
fue el resultado del año que Crowe pasó encubierto en una preparatoria
de California, haciéndose pasar por estudiante cuando en realidad (a
pesar de su corta edad), era ya un prestigioso reportero para revistas como
Creem y Rolling Stone (para una vista semi-autobiográfica de este autor,
ver la maravillosa cinta "Almost Famous"). De este modo Crowe pudo
plasmar en su libro y posterior guión la verdad sobre el diario vivir
de los jóvenes, por primera vez mostrando esa realidad y no la interpretación
que Hollywood administraba constantemente para engrandecer sus arcas.
La película no tiene argumento real. Simplemente sigue la vida de varios jóvenes a lo largo de un año escolar en la preparatoria. Los protagonistas son Brad Hamilton (Judge Reinhold) y su hermana Stacy (Jennifer Jason Leigh); Linda (Phoebe Cates), amiga y confidente de Stacy; Mike (Robert Romanus) y "Rat" (Brian Backer), amigos y pretendientes de Stacy; y finalmente Jeff Spicoli (Sean Penn), un "surfer" empedernido, cuya filosofía de la vida no embona muy bien con la disciplina estudiantil.
A
lo largo del año vemos los lances amorosos de Stacy, deseosa por perder
su virginidad, pero indecisa sobre lo que realmente busca en la vida. Linda
parece ser experta en sexo, y habla continuamente de su "prometido",
pero existe la sospecha de que todo ello está sólo en su imaginación.
Brad parece estar en la cima del mundo; trabaja en la freidora de un restaurant
de comida rápida, está pagando su coche a plazos y su novia
parece quererlo. Pero poco a poco todos estos pilares se van derrumbando,
hasta hacerlo reevaluar su concepto de "éxito". Finalmente,
Mike y "Rat" luchan por la misma mujer, casi sin saberlo, y el "ganador"
recibe una muy dura lección de vida. Mientras tanto, Spicoli lucha
contra el férreo profesor Hand (Ray Walston), quien está empeñado
en enseñar su materia incluso contra los deseos o disposición
de los estudiantes.
Eventualmente termina el año, y todos han cambiado. Tal vez no han aprendido nada, pero esa es una de las paradojas de la vida que tan bien se retratan en la película.
El
escritor Cameron Crowe mencionó alguna vez que el nombre de la película
"Tiempos Acelerados..." aludia al hecho de que la sociedad presiona
a los jóvenes para que maduren cada vez más rápido. Por
eso los protagonistas de la cinta se enfrentan a problemas adultos cuando
apenas están abandonando la niñez. Obviamente no tienen las
herramientas psicológicas ni la experiencia necesaria, pero por otro
lado, ¿quién las tiene realmente? Y este aceleramiento marca
sus vidas para siempre, de igual forma como las marcó para quienes
crecimos en esa década. Sólo queda especular cómo el
frenesí social contemporáneo está afectando a las futuras
generaciones.
Aunque
empecé hablando de las comedias juveniles, no estoy seguro de que "Fast
Times at Ridgemont High" lo sea. Ciertamente tiene partes graciosas,
pero la tragedia asoma a cada paso, recordándonos que la vida no es
ni drama ni comedia absolutos, sino una curiosa mezcla homogénea que
navegamos a ciegas, y que lo mejor a lo que podemos aspirar es a encontrar
las corrientes adecuadas que nos lleven cerca de donde pretendemos llegar.
Tal vez el surfer Spicoli es el que mejor lo expresa: "Con buenas olas
y buenos amigos, no necesito más".