La Princesa y el Guerrero, por Pablo

El director Tom Tykwer saltó a la fama internacional con la cinta "Corre Lola Corre", la cual proponía una estructura y ejecución fresca, que si bien no era cien por ciento original, al menos proponía un cambio en el estático y rancio género del cine de acción. Para su sexta cinta, tal vez hubiera sido muy sencillo para Tykwer volver sobre sus pasos y entregar lo que el público quiere: una dinámica película con toda la floritura visual y estilística de "Corre Lola Corre" y el omnipresente "boom-boom-boom" de la partitura techno, lista para consumo y aceptación masiva.

Para bien o para mal Tykwer decidió tomar otro camino, con un resultado tal vez menos amable y accesible que antes, pero definitivamente más maduro y prometedor.

"La Princesa y el Guerrero" podría considerarse un extraño híbrido de noir criminal y fábula contemporánea. La película comienza con una rápida mirada a la vida de Sissi, una tímida y cohibida enfermera cuya disfuncional familia postiza consiste en los internos del sanatorio mental en el que ella trabaja. Por otro lado tenemos a Bodo, un "slacker" quien con su hermano Walter añora escapar de la rígida y fría Alemania y emigrar a otro continente. Para ello ambos han elaborado un plan, mitad torpe y mitad audaz, para infiltrarse en la bóveda de un banco. Pero una extraña serie de coincidencias une el destino de Sissi con el de Bodo, cambiando sus vidas y tal vez probando la existencia del destino, cuyas torcidos caminos con frecuencia llegan a un lugar a la vez nuevo y familiar.

Lo primero que sorprende de "La Princesa y el Guerrero" es la excelente fotografía. Desde el triste departamento de Sissi hasta las gélidas panorámicas de la ciudad, las imágenes rezuman una especie de belleza cruda, sin pulir, que podría funcionar también como metáfora de los protagonistas: no son muy inteligentes, ni refinados, pero su honestidad emocional los eleva muy por encima de el mero cliché de "amantes contra los obstáculos". Franka Potente y Benno Fürmann, como Sissi y Bodo, respectivamente, triunfan en sus papeles gracias a la sutileza de sus actuaciones. Muchas personas (incluyendo, aparentemente los miembros de la Academia que regalan Óscares a diestra y siniestra) creen que los mejores actores son los que más gesticulan y los que más drama crean, pero en desempeños como los de Potente y Fürmann queda claro que menos es realmente más, con el grueso de la actuación manifestándose en los ojos, las quietas expresiones y el mudo pero tangible lenguaje corporal. No se trata de un duelo de actuaciones, sino de una total inmersión en sus papeles, que resulta mucho más honesta, creíble y disfrutable que las vociferaciones de Tom Cruise o los rebuscados acentos de Meryl Streep.

Mientras quede claro que "La Princesa y el Guerrero" no es "Corre Lola Corre, Parte II", se podrá disfrutar con las debidas reservaciones; el ritmo es lento, aunque no cansa a pesar de que la trama pierde cohesión durante la segunda mitad. Tal vez con un poco de juiciosa edición hubiera quedado un producto más consistente, pero tal vez nos hubiera privado del pausado desarrollo de los personajes y de las relaciones entre ellos. En general las fallas de la cinta se pueden atribuir al guión, y tal vez para algunos eso sea suficiente para perder interés, pero la labor de dirección y las espléndidas interpretaciones son muy valiosos para quien los quiera apreciar.

"La Princesa y el Guerrero" es un interesante esfuerzo del director Tom Tykwer, y una buena elección para establecer su rango, pero tiene ciertas fallas estratégicas que impiden una efusiva recomendación. Aún así creo que es una buena película, con un tema y ritmo propios, que en el estado de ánimo correcto resultarán muy entretenidos.

Calificación: 7

Pablo

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