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Danny DeVito ha tenido una destacada carrera como actor, director y productor, y si bien es evidente que no todas las películas en las que participa son buenas, por lo menos se puede decir que tiene el suficiente valor como para arrojarse de lleno a un proyecto que dista mucho de ser "seguro" o de encajar en el "establishment" de Hollywood. A veces ese valor paga con creces (como con "The War of the Roses"), y en otras ocasiones resulta en un estrepitoso fracaso.

"Muerte a Smoochy" es simultáneamente éxito y fracaso.

Fracaso económico, porque la respuesta del público a esta grotesca fábula fué abrumadoramente negativo, incluso considerando el calibre de los actores participantes. Pero a pesar de ello, yo la consideraría un éxito en el terreno artístico, tanto por su argumento y ejecución como por su mera existencia en un mercado en el que la originalidad e innovación son repudiados, mientras que la predictibilidad y la búsqueda del más bajo estándar son recompensados por éxito económico y apoyo de los grandes estudios cinematográficos.

En "Muerte a Smoochy" conocemos a Randolph Smiley (Robin Williams), profano y vulgar anfitrión de un programa televisivo infantil. Su alegría e inocencia en pantalla contrastan con su agria disposición y su criminal conducta fuera del escenario, lo que le cuesta muy caro cuando es detenido y expuesto como un fraudulento extorsionador. Abrumados por el pánico, Nora (Catherine Keener) y Frank (Jon Stewart), ejecutivos responsables del programa infantil, contratan como reemplazo a Sheldon Mopes (Edward Norton), un simplón artista cuyo personaje de Smoochy el rinoceronte es tan blando como su intérprete, lo que lo hace ideal para ser manipulado por el estudio de televisión. El programa de Smoochy es un éxito, y los ejecutivos tienen grandes planes de comercialización, pero Mopes se resiste a prostituir a Smoochy. Sus estándares éticos son tan altos e inflexibles que el bonachón artista se empieza a convertir en un obstáculo para la explotación económica del rinoceronte rosa. Además, el venido a menos Randolph contempla de lejos el aparente éxito de su reemplazo y planea el modo de eliminarlo para, según él, retomar su legítimo lugar como líder del público infantil. Así, Sheldon y Smoochy son duramente atacados por ambos extremos, y sólo las más extremas reacciones podrán garantizar la supervivencia de Mopes, de su personaje y de la ética que deberían tener los programas infantiles.

Como otras feroces sátiras que van mucho más allá del fácil chistorete, "Muerte a Smoochy" ha sido generalmente incomprendida... este es el tipo de película que mezcla rabia y humor dentro de un paquete paródico cuya vehemencia y extremo dramatismo puede ser fácilmente malinterpretado como torpeza narrativa. El humor que maneja esta película (y buena parte de la obra previa del director) no es de fácil asimilación y requiere cierto conocimiento previo sobre la ausencia de integridad en el mundo del espectáculo. Al igual que el programa televisivo "South Park", en "Muerte a Smoochy" hay mucho contenido y mensaje más allá de las groserías y la violencia, pero quienes se queden en la primera impresión seguramente repudiarán ambas obras como vacíos ejercicios de humor juvenil, sin significado ni justificación.

Gran error.

Por si todo eso fuera poco, los actores realizan una estupenda labor al mantener viva esta dicotomía. Todas las interpretaciones poseen esa dualidad, y por debajo (o encima) de los simples personajes podemos leer detalles de sus personalidades que añaden gran valor emocional a sus acciones y actitudes. Edward Norton como Sheldon Mopes parece un ingenuo idiota, pero resulta ser la persona más fuerte de la película. Robin Williams tiene el papel más burdo como el vengativo conductor fracasado, pero por debajo de su ira se percibe una motivación distinta a la que aparenta. Y sin duda la mejor actuación viene de la gran Catherine Keener como la dura ejecutiva que poco a poco cambia su actitud respecto a Smoochy y su creador, culminando en una curiosa revelación que altera la percepción que teníamos de su personaje.

A pesar de todos esos halagos, la cinta no está exenta de fallas. En ocasiones su excentricidad parece forzada, como buscando convertirla a la fuerza en una cinta de culto. El nivel de energía es irregular, con algunas escenas frenéticas seguidas de otras que deberían servir de climax, pero que simplemente se desinflan sin conseguir el impacto deseado.

Pero con todo y sus fallas, "Muerte a Smoochy" es mucho más divertida que las flácidas comedias que hoy abundan, y espero que su mezcla de humor y subversión sea mejor comprendida en un cínico futuro, que no dudo llegue pronto. Mientras tanto la puedo recomendar advirtiendo que aunque no sea para todos los gustos, siempre vale la pena ver una película que no se conforma con los blandengues estándares y que no teme ir "más allá" para entretenernos e ilustrarnos.

Calificación: 8

Pablo

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Muerte a Smoochy
(Death to Smoochy)


Imagen © 2001 FilmFour

FilmFour, 2001
109 minutos

Dirigida por Danny DeVito
Escrita por Adam Resnick
Editada por Jon Poll

Elenco:
Robin Williams .... Randolph Smiley
Edward Norton .... Sheldon Mopes
Catherine Keener .... Nora Wells
Danny DeVito .... Burke Bennett
Jon Stewart .... Marion Frank Stokes
Pam Ferris .... Tommy Cotter
Michael Rispoli .... Spinner Dunn

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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